La crisis sanitaria ha puesto en evidencia los problemas estructurales que padece la industria española. Ya venían siendo señaladas por instituciones oficiales en informes , tales como el Plan industrial de Política Industrial 2020, Diagnóstico territorial para el fomento de empleo, Plan estratégico de la industria valenciana 2018-2023.

Sin ánimo de ser exhaustivos los informes coinciden en las debilidades derivadas de la escasa actividad industrial, la baja intensidad tecnológica de las empresas, consecuencia de la innovación escasa y la falta de la cualificación digital de los trabajadores. A destacar además la baja productividad, debido en parte al excesivo coste de la energía eléctrica (20,5% más cara que en Francia y 26% más que Alemania).
Pero además, la crisis sanitaria ha evidenciado la fragilidad de las empresas españolas por su alta dependencia de insumos externos. La externalización de producciones y suministros ha supuesto la ruptura de la cadena productiva. La atomización y reducido tamaño de las empresas dificulta su autonomía en la toma de decisiones. Cosa que podría solucionarse con ganar tamaño con la creación de clusters.
Estas debilidades también señalan el camino que hemos de emprender para fortalecer nuestro tejido productivo y con ello conseguir el nivel de desarrollo social que deseamos.
Siguiendo el Plan Industrial de Política Industrial 2020, la política industrial se tiene que articular en torno a cinco ejes prioritarios